Algo que nos separó totalmente.
Algo que rompió lo que éramos.
Algo que me obligó a irme.
A desaparecer.
A cortar todo lazo.
A dejarle la herencia a Melanie y renunciar a mi apellido.
Ese algo…esa herida…sigue enterrada entre nosotras. Y yo… no pienso abrirla todavía.
Papá siempre había confiado en mí para dirigir la empresa. Decía que yo tenía su carácter: firme, fuerte, imparable. Que nadie me manipularía. Que yo llevaría la compañía a lo más alto.
Melanie, en cambio, era lo contrario: dulce, soñadora.
Ella quería una vida tranquila: viajar, casarse, tener hijos, cuidar de un hogar.
No dedicar su vida a una empresa que pedía decisiones duras.
Pero después de lo que pasó…después de esa gran pelea que destruyó todo… yo no pude quedarme.
No pude mirarla. No pude respirar en esa casa. No pude cargar con ese resentimiento.
Así que renuncié.
Renuncié a la herencia.
Renuncié al apellido Cruz.
Renuncié a mi vida.
Me fui lejos.
Desaparecí.
Me inventé un apellido nuevo, Mesa, para que nadie p