Mi mirada estaba fija en un pequeño espejo al lado de la cama y mi corazón se detuvo de golpe.Ese no era mi rostro. Ese no era mi cuerpo.Era ella.Era Melanie.—Soy… —tragué saliva—. Soy Melanie… —susurré, incapaz de creerlo.Era imposible, increíble…Y sin embargo estaba ahí, respirando en su piel.—No puede ser… —murmuré—. No puede ser…Mis manos temblaban mientras tocaban mi rostro, mi mejilla, mi mandíbula. Toqué mi cabello, la forma de mi frente…Ese no era mi rostro.Volví a pasar mis dedos por mi cuello.Un lunar.El lunar de Melanie.—¿Cómo…? ¿Cómo es posible? —susurré, sintiendo el aire escapar de mis pulmones.Parpadeé varias veces, intentando procesar dónde estaba. Olor a desinfectante. Luz blanca. El pitido lento de una máquina.Entonces lo vi.Frente a mí, muy cerca, estaba Martín Robles.Lo reconocí al instante. El esposo de Melanie.Su expresión… Dios. Me miraba como si yo hubiera matado a alguien.Detrás de él había una mujer vestida de rojo, elegante, maquillada com
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