Capitulo 11

Al pisar el último escalón, empujé a la mujer al suelo.

Cayó de bruces, llorando, sujetándose la cabeza.

Me quedé de pie frente a todos.

Allí estaban.

Los empleados que habían visto a mi hermana como un estropajo.

Los que se creían con derecho a insultarla.

Los que obedecían a Rebeca como si fuera una reina.

Sentí un fuego arderme en el pecho.

Mi padre…Si mi padre hubiera visto esto, los habría despedido a todos en ese mismo instante.

Y a Martín lo hubiera colgado de un árbol, de cabeza, hasta que se le caiga la soberbia.

Papá jamás permitió que nadie tocara a su esposa.

Jamás que alguien se metiera con sus hijas.

Nosotros éramos pétalos de rosa para el… bellas ,intocables, inamovibles, respetados.

Y esta gente… había convertido a mi hermana en un trapo.

Di un paso al frente.

Otro.

Otro.

Hasta quedar de cara a todos.

Mi voz salió firme.

Clara.

Cortante.

—Creo que ya es suficiente —dije—. Ya se han divertido demasiado, ¿no?

Se miraron entre ellos. Nerviosos. Temblando.

—Ahora me toca
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