Eso me quemó la sangre.
La empleada seguía hablando, inspeccionando como si fuera una inspectora policial.
—Eso no es de tu maldito interés —le dije, tratando de mantenerme firme.
—La señora Rebeca dijo que todo lo valioso debía estar bajo control —dijo con total descaro—. Voy a botar todo esto
Mi mandíbula se tensó.
Ahí estaba. La prueba viva.
Rebeca no solo usurpaba el lugar de mi hermana… también la despojaba de todo lo que alguna vez amó.
Y esta empleada…esta prepotente…esta que se cree dueña de todo…Era su mano derecha.
—Entonces era por ustedes… —susurré, con una sonrisa fría que me salió sola—.Por ustedes Melanie escondía sus cosas.
La empleada frunció el ceño.—¿Qué cosa haz dicho?
—Que Te dije que te largues!!
La empleada se rió con descaro. —Usted no es nadie para darme órdenes. Yo solo sigo órdenes de la señora.
—Yo soy la señora —escupí.
La empleada soltó una risa seca. Una risa horrible, de esas que gotean veneno.
—¿Señora tú? —me señaló con el dedo, burlándose— Por favor…