—¡No le hagan caso! ¡Ella no tiene poder en la empresa! ¡No puede despedirnos! ¡No puede hacer nada! ¡Solo habla!
Apenas terminó la frase…
PUM.
Le di una bofetada tan fuerte que la cabeza le giró y cayó otra vez al piso.
Un murmullo recorrió a los demás empleados. Algunos retrocedieron. Otros se quedaron pálidos.
Sentí un dolor agudo recorrer mi mano, pero no me importó.
—Saben a nombre de quien esta en la empresa?… —le dije, agachándome a su altura— De quien es el apellido? DE QUIEN ES EL APELLIDO QUE ESTA EN LA ENTRADA DIME!!!
Nadie dijo nada
—Las reglas van a cambiar —anuncié para todos—. Y quien no las acepte… se va.
Señalé al empleado más tímido, el único que alguna vez me trató con algo parecido a respeto.
Él dio un pequeño salto al llamarlo
—Tú —ordené—.Sigueme
Él asintió, nervioso, temblando, pero obediente.
Mientras subíamos, pude sentirlo la casa entera había cambiado de dueña.
Por primera vez en AÑOS…
Melanie recuperaba un poco de su lugar.
Gracias a mí.
Y esto apenas come