Catalina salió de su habitación con una sonrisa en el rostro, tarareando una melodía alegre. La noche anterior había sido un torbellino de emociones, una montaña rusa de sensaciones que la habían dejado confundida y a la vez ilusionada. Pero al despertar, una sensación de optimismo se había apoderado de ella. Quizás, solo quizás, Leonardo estaba cambiando de verdad.
Se dirigió a la cocina, decidida a preparar un desayuno especial para ambos. Quería demostrarle a Leonardo, a su manera, que estaba dispuesta a darle una oportunidad, a construir algo juntos. Preparó café recién hecho, huevos revueltos con tocino crujiente y unas tostadas con mermelada de fresa. Mientras colocaba los platos en la mesa, no pudo evitar sentirse nerviosa y emocionada al mismo tiempo.
Leonardo, que se había levantado antes que ella, observaba sus movimientos desde la entrada de la cocina, apoyado contra el marco de la puerta. Llevaba puesto solo un pantalón de pijama, dejando su torso desnudo a la vista. Sus o