Dorian estaba listo, quizás demasiado. Necesitaba controlarse para no gozar más de lo que debía de esa tortura. Había planificado cada detalle, para entrar, debía reducir al guardia de seguridad en la entrada, los dos guardaespaldas que estaban adentro, los tres pastores alemanes rodeando el jardín. Debía recordarse a si mismo que solo debía reducirlos, no matarlos. La tortura y matanza estaba dedicada esa noche solo a Nyra y Cyrus. Él no era un monstruo como ellos, él y su clan no fueron creados para acabar con otros, pero las situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, así que haría una excepción con esos dos.
Sonrió con malicia y saltó por encima de los pinos, la larga melena negra que habría crecido al soltar su instinto animal, se movía con el viento, su rostro felino estaba lleno de convicción. Planeaba aterrizar sobre la cabina del guardia de seguridad y a partir de ahí, no habría vuelta atrás.
Cyrus ordenó a la sirvienta que le trajera un whisky seco. Se recostó en el sofá de piel marrón, observando la habitación en silencio. Cuatro estatuas de terracota vigilaban la sala.
La sirvienta, una rubia de mediana edad, dejó la copa en la mesa de marfil y se retiró. Cyrus tomó el vaso con el líquido y comenzó a darle vueltas, pensando una vez más en su convicción de hallar ese eslabón perdido entre los monstruos que secuestraba y los humanos.
Un ruido en el jardín lo sacó de su concentración. Llamó a los guardaespaldas para que se colocaron detrás de él. Uno de ellos salió al jardín y encontró tres cuerpos caídos, los pastores alemanes, pero no estaban muertos, estaban dormidos, sedados sin heridas aparentes, sin embargo, el guardia que vigilaba la entrada no se encontraba en su puesto ni había rastro alguno de él. Parecía haberse esfumado de golpe. Eso hizo que se tensara de los nervios, no sabía que estaba pasando. Sujetó su arma con las dos manos y apuntó a cada sitio a la que dirigía su mirada de manera nerviosa. Sabía que había alguien más ahí.
Una presencia pesada se acercó. Dorian, con voz fría y sonrisa cruel, apareció de la nada para sujetar al otro guardia de seguridad. Aquel que se había salido al jardín no pudo hacer más que observar el hilo de sangre que estaba corriendo por los labios de Dorian, pero no fue una mordida, era solo uno de sus shows, Dorian se había autolesionado para crear más miedo en el guardespalda, su compañero había sido reducido sin involucrar ningún mordisco y pronto le tocaría a él.
Nervioso, volvió a avisar por radio a Cyrus lo que ocurría, pero antes de lograr hacer algo más, Dorian lo agarró de la pechera y lo levantó del suelo.
—¿A dónde crees que vas?
—Por... por favor... dé-dejeme libre...
Dorian sonrió con desdén y, con una fuerza sobrehumana, lo lanzó a más de veinte metros en donde lo atrapó Lucien, para luego apuntarle un golpe seco, el guardespaldas gimió de dolor, pero no cayó inconsciente.
—Tienes la cabeza dura —se quejó Lucien asestándole otro golpe para esta vez si dejarlo inconsciente.
Dorian le hizo una señal a Lucien desde su posición, él entendió de inmediato. Lucien se encargaría de ubicar y secuestrar a Cyrus, mientras Dorian iría por Nyra.
Dirigió la mirada hacia la torre donde dormía su víctima y dio un salto rápido hacia la ventana abierta del balcón. La encontró dormida. Se movió de forma sigilosa por la habitación, observándola con placer y relamiendose los labios de deseos de acabar con ella
—Calma —se dijo— si te apuras a matarla, perderás la oportunidad de divertirte con ella.
La lluvia afuera había aumentado y el agua entraba por la ventana que había quedado abierta, Dorian chorreaba el agua de sus ropas con cada paso que daba.
Nyra se despertó de golpe, como si hubiese tenido un mal sueño, sorprendida, se incorporó. Sus ojos percibieron un hombre oculto en las sombras, era enorme y corpulento. Bruma, su perro, yacía junto a ella, dormido. Parecía estar en medio de un trance. El extraño, vestido de negro, emanaba un aura poderosa.
Dorian la observó desde la oscuridad, impresionado por su belleza. La miró fijamente, deseando acercarse, sabiendo que la tentación era peligrosa para su misión. Ella también lo observó con curiosidad. Sentía miedo, pero al mismo tiempo deseo, los ojos verdes profundo de Dorian y su cabellera larga azabache evitaban que desviara la mirada, la tenía prácticamente hipnotizada. Nunca había visto a nadie como él. Se preguntó si aún estaría soñando, pues se sentía un poco mareada y desorientada.
Decidió en que lo más probable es que nada era real, después de todo, para ella era imposible que un hombre tuviese tal belleza. Nunca se había sentido atraído por uno de tal manera. Nyra se humedeció los labios, sabiendo que Dorian la miraba siguiendo su lengua y rugiendo por dentro. Era dulce y tentadora.
—Ven —le susurró él con la mirada fija en su boca.
Nyra quedó estática. El peligro parecía más tentador que el miedo. ¿Qué pasaría si se acercaba a él?
Dorian había leído sobre las defensas mentales que Cyrus había desarrollando, seguramente él le había enseñado a Nyra a crear barreras para evitar que la hipnotizara como hacía con cualquier otra presa. Nyra encontró fuerzas y se levantó de la cama para alejarse mientas temblaba. Continuaba sintiéndose desorientada, no sabía que de alguna forma estaba contrarrestando las habilidades de Dorian y eso era lo que la hacía sentir tan mareada.
—Ven —repitió él, voz melosa y cautivadora, pero ella no le hizo caso. Parte de sí quería ir hasta donde él, pero de alguna manera logró seguir alejandose, sabía que era un intruso y temía por su seguridad.
En un instante, Dorian se abalanzó y la agarró de los hombros para después llevarla contra la pared. El golpe fue duro, Nyra gimió de dolor. Su cuerpo se estremeció de los nervios.
—¿Qué quieres? —preguntó ella, voz temblorosa.
Dorian tiró de su pelo, obligándola a inclinar la cabeza hacia atrás mientras acercaba su rostro al de ella. Las manos de Nyra buscaban una manera de zafarse, una salida, pero no lograba encontrarla. Su perro continuaba completamente dormido.
—Mmm —murmuró Dorian con fascinación, podía sentir el miedo de ella y eso le encantaba.
— Nadie vendrá a ayudarte, ramera —exclamó con una sonrisa divertida.
—Tu perrito está dormido —inhaló su perfume de nuevo, rozando la vena carótida bajo la piel de su cuello. ¿Por qué le daba explicaciones? Sintió su pene endurecerse y presionó su ingle contra la de ella.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? —preguntó Nyra intentando sonar desafiante. Dorian la observó con curiosidad y deseo.
—¿Qué quiero de ti? Déjame pensar... —pasó su nariz por su cuello y el espacio entre sus senos, regalándole entre estos, un pequeño y delicado beso.
Nyra apretó los labios asustada, los ojos se le humedecieron, pero hizo todo lo que estuvo a su alcance para no llorar. Dorian sonrió feliz al verla tan vulnerable.
—Vaya —dijo, desgarrando su camiseta y dejando sus pechos al descubierto. —Creo que deberías comprar más ropa, esta se rompió —soltó como niño juguetón.
Nyra seguía apretando los labios intentando aguantar sus ganas de llorar. Dorian la miró de arriba abajo y volvió a sonreír con malicia.
—No tienes porqué llorar, ya verás como nos divertiremos... Nyra —soltó su nombre con despreció. Nyra abrió los ojos de sorpresa.
—¿Cómo sabes mi nombre?... ¿Qué es lo que realmente quieres?... ¿Dinero? ¿Quieres dinero? —exclamó alterada. Sus nervios le estaban jugando en contra.
—No quiero tu sucio dinero —Dorian se echó a reír— Tú no me puedes ofrecer nada que me haga querer liberarte —los ojos de Dorian reflejaban pura maldad.
En ese momento, Nyra pensó que quizás todo esto tendría que ver con su padre, quizás andaban buscando extorsionarlo.
—¿Y mi pa... padre? ¿Dónde está?
—Lo tenemos con nosotros, esta bien... por el momento —dijo riendo. Las lágrimas comenzaron a correr por la mejilla de Nyra a pesar de todo su esfuerzo por contenerlas—Pobrecita...
No parecía haber escapatoria de ese hombre. Nyra estaba completamente atrapada y no tenía ni idea que harían con ella.