La mansión estaba a oscuras. Comenzaba a llover con fuerza y Dorian no temía mojarse. Por fin, tras diecisiete años, vengaría a Vlad, su mejor amigo. Cada paso para capturar al asesino lo acercaba a Eclipria, una ciudad hermosa y cosmopolita que parecía un refugio improbable para uno de los suyos.
La luz diurna no era cómoda para quien pertenecía a lo que Cyrus llamaba, su clan. Por eso había elegido esa casa para vivir, sabía que no era de fácil acceso para seres como él. En la fachada oeste de la casa, habían dos torres; Dorian estaba seguro que en una de esas torres estaría la habitación de su próxima víctima.
Allí estaba ella, fría y fascinante, tan hermosa que parecía imposible que albergara tanta maldad. Dorian contempló, con sus ojos verde oscuro, lo fantasmagórico de la casa, iluminada por focos azulados y amarillos que la hacían parecer viva y peligrosa. Cyrus debía haber ganado mucho dinero a costa de las carnicerías y los experimentos que hacía con los miembros de su clan.
Eso era algo que enfadaba mucho a Dorian, la hija y el padre se habían hecho ricos a costa del dolor y sufrimiento de ellos. Nyra, la chica de Relaciones Públicas de la empresa, coordinaba a los proveedores, hacía los pedidos de aparatos, herramientas y drogas necesarias para los trabajos que hacía con su clan, trabajos como el que hicieron con su amigo Vlad. Él sabía que ella era tan culpable como su padre y que solo buscaba limpiarse las manos; porque no trataba directamente con las víctimas.
En ese momento no podía evitar preguntarse ¿A quién odiaba más? Si a la princesita de hielo que lanzaba la piedra y escondía la mano o al asesino sin escrúpulos del padre. La respuesta no importaba porque esa noche él estaba ahí con la misión de acabar con ambos.
A su mente volvieron las imágenes de Vlad mutilado. En uno de los brazos descuartizados hallados en un contenedor, vieron un sello, Kael enterprise, una empresa dedicada a la investigación científica. Él personalmente, estuvo siguiendo el rastro durante años, sorteando la maraña de compañías tapadera que escondían el origen real de esa fundación.
Allí, bajo la lluvia, comprendió que uno de los accionistas mayoritarios de aquella empresa era el hombre que vivía en la mansión frente a ellos, Cyrus Kael. El principal culpable del asesinato de Vlad y uno de los muchos a los que iban a hacer pagar por la persecución de su clan de vampiros.
A Dorian le gustaba pensar en lo mucho que se iba a divertir aplicando los mismos “trabajos” a Cyrus y su hija. Se lamió los colmillos al recordar que cuando descubrieron que Cyrus tenía a su hija trabajando para él, les sorprendió descubrir lo apetecible que era, pero ahora viendola desde afuera de su habitación, sentía que se le hacía agua la boca. Iba a saborear cada mordida aunque le suplicara que parara. No sería ni gentil ni educado con ella.
Las luces de un coche acercándose a la casa iluminaron fugazmente la zona de los árboles donde estaba escondido. Protegió sus ojos alzando la mano, pero pudo notar que el auto negro salió un chico rubio, no más alto que él y llevaba un maletin. Dorian apretó los dientes de la rabia al pensar en todo lo que podía estar ocultando en ese maletín.
—Según nuestras investigaciones —dijo una voz penetrante tras él—, su nombre es Jacob y trabaja para Cyrus. Visita a su hija cada noche —Dorian miró hacia atrás y saludó con un gesto sutil a Lucien.
—¿Son pareja? —preguntó Dorian en tono frío.
—Puede que sí. Él la visita todos los días. Todas las noches.
—Además de su hija, ¿qué otra persona está al tanto de sus acciones? —insistió
—No sabría decírtelo. No creo que los sirvientes sepan cuán sádico es su patrón.
—Nos encargaremos de Cyrus y de su hija Nyra. Solo de ellos —advirtió. — Él nos conducirá a las técnicas de investigaciones que usan contra nosotros y ella a todos los contactos y proveedores implicados.
—¿Investigaciones? Eso suena suave para describir lo que hacen con nosotros. Somos inmortales, pero ellos encontraron la manera de arrebatarnos la inmortalidad torturándonos hasta arrancarnos el corazón.
Dorian apretó los puños. Sabia que si tomaba a Cyrus, le arrancaría el corazón, las uñas, los ojos, todo. De pronto, un olor inundó el lugar. Lucien se tensó y Dorian cerró los ojos intentando captar de donde venía. Olía a red velvet recién hecha.
—¿Quién huele así? —exclamó Dorian. Los colmillos le exigían crecer y sus pupilas se dilataban. Debía dominar sus instintos. Se miró la entrepierna. Tenía una erección imposible de ignorar. La cubrió con la mano y la apretó para intentar calmarse.
—¿Viene de la casa? —preguntó Lucien, con los colmillos ya desarrollados y los ojos negros. —Es el olor de una mujer —dijo Dorian, inhalando de nuevo excitado. —Una mujer muy apetecible —Concéntrate, Lucien —ordenó. —¿Ya todos están en su posición? —preguntó Dorian mientras intentaba olvidarse de ese olor que lo estaba matando de deseo. Necesitaba saber de donde provenía. —Están preparados y listo para actuar bajo tu orden. —Bien. Esperaremos —dijo. ¿Habría alguna sirvienta capaz de nublar sus sentidos así? Nunca había sentido algo igual. Sacudió la cabeza para borrar aquella sensación y agradeció cuando el olor se desvaneció. Esperaron en silencio, como dos depredadores al acecho. Veinte minutos después apareció el chico rubio, apurado, acomodándose el cabello. —¿Cuál será tu venganza contra ella? —preguntó Lucien, alzando una ceja. —Sea como sea —miró a Jacob—, te aseguro que no voy a ser tan rápido —exclamó con una sonrisa egolatra. —Hagas lo que hagas, déjanos verlo. El resto también quiere su parte. —No —respondió tajante. —¿La quieres solo para ti? —Quiero humillarla y castigarla tanto como tú. Pero tú te encargarás de Cyrus. —Bien —aceptó Lucien— tú irás Nyra y yo por Cyrus, pero luego intercambiamos. —Bien. Eso me gusta. Un limosina llegó al recinto. El chófer abrió la puerta a un hombre alto y corpulento, era Cyrus. El ambiente se espesó hasta dificultar la respiración. El odio entre los dos cuerpos ocultos entre los pinos era palpable. Jacob salió a su encuentro. Se dieron un apretón y cruzaron palabras cortas.—¿Qué hay de él? —preguntó Lucien
—Ya veremos...—respondió Dorian —Tenemos dos piezas que pueden abrirnos puertas. Pero quizá las necesitaremos más adelante.
Dorian, se concentró para activar enfocar su habilidad de audición y escuchar aquella conversación
—Está bien, en su habitación—dijo Jacob.
—¿Todo normal? —preguntó Cyrus.
—Como siempre. Tengo prisa, Cyrus. Hasta mañana.
Cyrus lo siguió con la mirada hasta que el auto desapareció. Dorian observó en silencio a ambos. No había buena relación entre ellos. Cyrus miró el perímetro y, cojeando, entró en la casa.
—Lucien—dijo Dorian sin perderlo de vista— Avisa a los demás que estén preparados. En cuanto Cyrus entre a la casa, nosotros entramos —Lucien asintió y llamó por el transmisor.
Dorian dejó que su naturaleza fluyera, los ojos se le oscurecieron, los colmillos se alargaron. No estaba orgulloso de lo que haría. Su deber, la razón por la que había sido creado era para proteger a los humanos, no acecharlos. Pero Nyra y Cyrus no podían considerarse humanos, ellos eran la razon por que su mejor amigo estaba muerto y por la que su clan había estado sufriendo tantas desgracias y él no puede permitir que eso siga sucediendo. Dorian se colocó en posición, sus músculos creciendo y se tensaron al tiempo que su cabello también crecía dándole un aspecto más de bestia salvaje. No le importaba nada, esa noche dejaría escapar sin control sus más terribles instintos, era hora de tomar venganza.