Colmillos y susurros

Dorian frotó su entrepierna contra Nyra y sintió como el calor le recorría el cuerpo. Por su parte, Nyra se sentía acorralada contra la pared sintiendo no solo la mirada abrasadora de ese hombre sobre su cuerpo sino su ingle rozándola con fuerza. Era la primera vez que estaba tan cerca de un hombre y no sabía como sentirse. ¿Qué le estaba haciendo?

Nyra intentó forcejear varias veces, pero el amarre de él era muy fuerte, peo en un movimiento clave, mientras el intentaba abrirle las piernas con las suyas. Aprovecho la oportunidad y con toda la valentía que pudo agarrar, lo pateó con todas sus fuerzas en la entrepierna. Dorian sintió un dolor terrible y por inercia, la soltó llevándose las manos a donde había recibido el golpe. Nyra aprovechó el momento para soltarse y correr a tomar a su perro y luego salir corriendo de la habitación lo más rápido que pudo. 

Dorian respiró profundo y recobró la compostura. Su primer instito era abalanzarse sobre Nyra para no dejarla escapar, pero la escena lo paralizó unos segundos. La joven corriendo con sus perro en brazos a traves del largo pasillo mientras intentaba hacerlo reaccionar.

¿Porqué se preocupaba tanto por su mascota? Podría simplemente haberlo dejado ahí y huir, habría escapado más rápido si no hubiese gastado esos minutos en recogerlo ni tuviese que llevarlo en brazos. La lealtad que demostraba la joven hacia aquel animal, lo sorprendió, pero no se dejó vencer por sus pensamientos. Dorian movió la cabeza de un lado para el otro intentado eliminar esas ideas y se concentró en lo que estaba haciendo, debía recuperar el control de la situación.

Dorian rugió como un depredador y dio un salto por el pasillo cayendo justo en frente de Nyra antes de que ella alcanzara el ascensor de salida. Nyra gritó del susto y comenzó a sollozar. El miedo marcaba cada gesto de su rosto, no lograba entender si aquello era un robo, una emboscada o algo peor.

La miraba de Dorian estaba llena de odio y resentimiento, como si ella le hubiera hecho algo horrible. Pero eso era imposible. Ella nunca le habría hecho daño a nadie. La mano de Dorian se posó sobre su cabeza y tiró de ella hacia arriba, hasta pegarla a la pared. El movimiento tan brusco hizo que Nyra soltara sin querer a Bruma que cayó en el suelo sin inmutarse.

—Noooo —gritó ella entre lágrimas mientras Dorian la devolvía a la posición inicial contra la pared y sosteniéndola de las muñecas.

Ella forcejeaba, pero ya no le quedaban fuerzas. El silencio quedó roto por el rugido de Dorian, un sonido que agitaba la habitación como si fuera una jaula. 

Nyra observó cómo la mirada de aquel intruso se volvía cada vez más intensa, casi hipnótica. Dorian la obligó a mirarlo, y una oscuridad insólita parecía nacer en su rostro, era una mezcla de autoridad y deseo peligroso.

Dorian sujetó a Nyra con un solo brazo y con el otro, comenzó a toquetear sus pechos que continuaban al aire. La sensación la desconcertó. Quería gritar que la soltara, pero al mismo tiempo, un pequeño cosquilleo le recorrió el cuerpo. Giró su rostro ruborizada de la vergüenza

—Mírame —le ordenó Dorian.

Ella intentó evitarlo, pero al final la hipnosis de esa voz tan seductora la venció. Lo miró directo a los ojos y en ese instante una corriente recorrió su piel. La máscara de brutalidad en Dorian pareció caerse de golpe, como si revelara algo más humano que temible en él.

El rostro de Dorian cambió sutilmente. Sus rasgos, ya distorsionados por la tensión, mostraron una fijación casi enfermiza; sin embargo, la mirada también revelaba una pregunta sin respuesta. ¿Qué era él?

La mano de Dorian dejó de masajear los pechos de Nyra y aunque aún la mantenía cautiva, Nyra sintió por un momento, que él dejaba ir esa rabia de bestia furtiva que habia tenido contenida.

—Ya sabes lo que soy —contestó él como si le hubiese leído la mente— a ti y a tu padre les gusta darnos caza —Nyra negó con la cabeza.

—No sé de qué me estás hablando —susurró. 

—¿Así que no sólo eres cómplice de asesinato, sino que también eres una mentirosa?

—No sé de qué me estás hablando —insistio ella.

La conversación se convirtió en una ofensiva de palabras y promesas, cada una más oscura que la anterior. Él afirmaba saber quién era ella y qué sabía, ella negaba, aferrándose a la verdad que aún podía ver en medio de aquel torbellino.

Nyra observó bien el rostro de Dorian y por primera vez notó sus colmillos. No sabía como no se había dado cuenta antes, eran enormes. Quizás el suste le habría nublado la mente.

 —No sé qué quieres de mí —insistó nerviosa.

Ahora dudaba que ese hombre fuese siquiera humano. Dorian sonrió divertido, ella lo estaba encarando, no podía negar que la chica era valiente. Volvió a tomarla con fuerza por las muñecas, esta vez colocándolas por encima de su cabeza mientras se pegaba aún más a su cuerpo.

—Me da igual cuanto te resistas. Al final, me pedirás clemencia —su voz cortaba como una espada— Es lo menos que te mereces por perseguir, torturar y manar a los míos. Tus sucios experimentos no tienen perdón alguno. No te perdonaré la vida porque tú no se la perdonaste a ellos —afirmó con fuerza. Nyra tragó duro.

—Creo que te confundes de persona —alcanzó a decir.

Si Dorian no la tuviese sujeta contra la pared, estaba segura que se habría caído por lo débil que se habían puesto sus rodillas. Sentía que estaba a punto de desmayarse. No entendía que estaba pasando, de qué era lo que le hablaba ese hombre. Ella estaba segura que él estaba equivocado, no habría manera que ella le hiciera algo a alguien y mucho menos que fuese una asesina como él decía, pero aunque no fuese verdad de lo que la acusaban, sabía que no habría manera de hacer entender a ese hombre lo que realmente ocurría. Se encontraba en medio de la cruzada de venganza de Dorian y ella no tenía idea de como había terminado ahí.

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