18. No digas mentiras
—Mami, ¿podemos comprarle más juguetes a Cookie? Siento que está muy triste.
La risueña voz de mi hijo emocionado me llenaba de vida.
—Cariño, Cookie tiene muchos juguetes. Quien se lo regaló le compró muchas cosas.
—Pero puede tener más. —Su mirada de cachorrito me debilitaba.
—Alejandro, ¿me permites pensarlo?
—Siempre repites lo mismo, mami, pero al final nunca nos das nada a Anastasia y a mí. ¿Recuerdas cuando dijiste que te pensarías lo de llevarnos al Polo Norte a visitar a Santa Claus?
—Solo les dije que estaba frío y que no podríamos.
Noté cómo hacía una ligera mueca que me hizo reír. La expresión de su rostro me trajo a la mente a Alexander, lo que provocó que frunciera levemente el ceño, recuperando la seriedad.
Caminaba con él de la mano tras recogerlo de la escuela; íbamos a buscar a Anastasia, que estaba en casa de mis padres. Al llegar, mi hijo se fue muy emocionado con su pequeño cachorro, el cual movió la cola para expresar que también sentía esa alegría. Noté a