PoV Alejandro Lennox
El silencio era mi único amigo fiel, ese que sabía que no me traicionaría. Mi leal compañero, el estandarte de mi vida.
A pesar de tener apenas veintisiete años, ya acumulaba el tipo de poder, fortuna y prestigio que muchos solo se atrevían a soñar. Me llamaban el León de Nueva York, y como todo león, debía proteger mi trono con ferocidad. En el mundo de los negocios no había espacio para la debilidad ni margen para la duda. Si algo se interponía entre mí y mis objetivos, simplemente lo apartaba. No era crueldad, era instinto.
Era el rey de esta jungla de metal.
En mi vida, el café se había convertido en otro compañero fiel. Siempre en mi mano, como un ritual silencioso; su calor era el único capaz de templar, aunque fuera por un instante, el frío que habitaba en mi corazón. Un frío denso como el hielo, que ni el éxito ni la soledad lograban derretir del todo.
Mis ojos se posaban en la cantidad absurda de papeles, como sacados de una película de terror,