Capítulo LXXXIX
Camila
—¿Qué estás diciendo? —susurro, pero mi voz sale rota, temblorosa. Siento la respiración acelerarse, golpearme el pecho como si ya no cupiera dentro de mí.
Agarro a Max del saco, necesitándolo para no caerme. Mis dedos se aferran con desesperación.
Sus ojos… sus ojos reflejan una mezcla de tristeza y preocupación que me atraviesa entera.
Me extiende el sobre. Lo miro un segundo antes de tomarlo; mis manos están temblorosas, casi torpes. Mi cuerpo entero vibra, como si no pudiera sostener el peso de lo que sea que hay dentro.
Siento mi corazón latir a mil, golpeándome el pecho sin piedad.
Lo abro.
Lo leo.
99% de compatibilidad.
Me tambaleo. La vista se me nubla. Llevo la mano al pecho sin pensarlo, como si así pudiera detener el dolor que me atraviesa.
Un sollozo me sube desde el fondo de la garganta, brutal, irreprimible.
¿Cómo… cómo puede ser?
Como puedo, me giro hacia Maximiliano, buscando en sus ojos una explicación de lo que dice este papel.
—Cuando lo vi en