Capítulo XXX
Rafael
Estoy en mi despacho con Luis. Los informes están sobre el escritorio, ordenados con una precisión que me resulta insoportable. Las luces del techo caen sobre el papel con una frialdad que parece amplificar cada palabra.
Luis mantiene la mirada fija en las hojas, sin atreverse a hablar todavía. Yo lo observo, esperando. Al final, rompe el silencio:
—Ya tengo los resultados de los análisis, Rafael.
Me incorporo lentamente.
—Habla.
—Encontramos trazas de sedantes en la sangre de Clarissa —dice, revisando su libreta—. No solo benzodiacepinas, también restos de compuestos usados en medicina veterinaria. Todo apunta a un uso prolongado y controlado… no accidental.
Lo miro, tratando de contener el impulso de golpear algo.
—¿Hubo indicios de inyecciones?
—Sí —responde Luis, seco—. Los análisis muestran que fue inyectada repetidamente. También presenta hematomas en distintas etapas de curación. Eso confirma que usaron vías parenterales, además de otras formas de suministro