Capítulo XXII
Camila
Vamos camino al aeropuerto. Miro a mis niños en el asiento trasero, platicando entre risas, ajenos a la tormenta que nos persigue. Esa calma inocente es mi fuerza, pero también mi mayor miedo. No puedo fallarles.
Al cruzar nuestras miradas, compartimos una tierna sonrisa que me devuelve un instante de paz.
—Mami, ya extrañaba volver a nuestra casa y ver a los tíos y a nuestros amigos —me dice Lían.
—Yo también, mi amor —respondo, conteniendo la emoción.
—¡Sí! —exclama Ian, iluminando su rostro con una sonrisa.
Reímos al ver la ilusión de los pequeños por regresar a su hogar.
—Rafael, quisiera hacer una parada rápida —le digo, mientras lo observo concentrado en el camino.
Él gira apenas el rostro hacia mí y asiente en silencio. Entonces le indico a dónde quiero ir.
Llegamos a la residencial y Rafael introduce el código que le había dado. Al entrar, un escalofrío recorre mi cuerpo al reconocer las calles, cada esquina despertando recuerdos y emociones encontradas.
M