Capítulo XXI
Camila
Apenas Hugo se marcha entro a mi casa, me encuentro con Valeria. Su mirada se cruza con la mía y no hace falta decir nada: me conoce demasiado bien, y enseguida percibe que algo no está bien. Sin dudar, me toma del brazo y me lleva a mi habitación, mientras los pequeños se quedan en la sala con sus hijas. Es allí donde, con el corazón apretado, le cuento lo que pasó.
—Es un miserable —espeta con coraje—. No te dejes intimidar —añade con firmeza—. Eso es exactamente lo que él quiere: verte con miedo. A Maximiliano no le importan los niños; lo único que busca es darte donde más te duele, vengarse porque que lo “engañaste” —hace las comillas en el aire al pronunciar la última palabra.
—Tal vez antes sí me asustaba —respondo, enderezándome un poco—, pero ya no voy a darle ese poder sobre mí. Si piensa que puede quebrarme, se equivoca.
Valeria me sostiene la mirada y asiente con una leve sonrisa, aprobando ese cambio en mí.
No voy a permitir que me ganen ni que se acerq