Capítulo I
Me encuentro caminando por los pasillos de la empresa de papá, voy rumbo a su oficina. Quiero proponerle algo para poder ayudarlo a que la empresa que tanto ama pueda levantarse de esta terrible caída. Con esta idea que tengo, estoy segura de que la empresa se levantará y seguiremos mejor que antes. Me encuentro muy contenta y emocionada por platicarle mis planes a papá. Una amplia sonrisa se dibuja en mi rostro cuando estoy más cerca de su oficina.
Estoy a punto de tocar cuando escucho voces. Al parecer, discute con alguien, porque se escucha alterado. Me acerco más a la puerta para poder escuchar mejor, y lo que escucho a continuación me deja completamente helada: “Está bien, dejaré que te cases con mi hija, con tal de que salves la empresa”.
No, no puedo creer lo que acabo de escuchar. Mi padre me acaba de vender a un hombre que ni conozco. Niego con la cabeza y salgo corriendo, con los ojos llenos de lágrimas. La decepción me invade. No puedo creerlo. Mi padre siempre había sido amoroso; jamás me imaginé que fuera capaz de hacerme esto. Siento mi cuerpo temblar de terror, me niego a aceptar casarme con un completo desconocido.
Escucho murmullos en el baño. Me escondo en un cubículo del baño, porque nunca me ha gustado que me vean llorar.
—El señor que se encuentra con el jefe es un arrogante, dicen que tiene un carácter del demonio —escucho decir a una de las secretarias.
—Ya sé, con solo verlo se nota, no se puede negar lo guapo que es, pero basta con mirarlo para saber lo frío y altanero que es —dice la otra con desdén.
No, no puedo casarme con ese tipo. Debo hablar con papá para que deshaga ese estúpido compromiso. No me puede hacer eso a mí, soy su única hija.
Las secretarias salen del lugar y aprovecho para salir también, minutos después de haber respirado varias veces para intentar calmarme. Me encamino nuevamente hacia la oficina de mi padre, pero cuando estoy por llegar lo veo salir a él, aquel hombre que prácticamente me está comprando. Me escondo rápidamente para que no me vea. Al pasar, siento un escalofrío correr por mi cuerpo, un horrible miedo. Solo logro ver su espalda, pero su aura al pasar proyecta gran poder. Por lo visto, se dirige al ascensor para retirarse, pero por un momento se detiene, como si pudiera sentir que lo observan. Siento un gran susto de que me logre ver, dejo hasta de respirar.
Cuando estoy a punto de ver su rostro, Amelia, una de las secretarias se acerca a mí.
—Señorita, ¿Se encuentra bien? —la miro y asiento despacio.
—Sí, sí, no te preocupes, debo ir a ver a mi papá —digo en tono apurado. Me apresuré a ir a ver a mi padre, debía hacerlo entrar en razón. No podía hacer conmigo lo que se le diera la gana, no soy una mercancía, soy su hija, ¡Su hija!
—Papá —me acerco a él rápidamente y puse las manos en su escritorio con enojo—. No me casaré con ese tipo —espeto mirándolo fijamente a los ojos. El señor que se dice ser mi padre, me mira sin remordimiento, sin ninguna pizca de pesar por venderme a un completo extraño y eso me duele. Lucho por no fraguar ante él, no puedo permitirme llorar en estos momentos.
—Camila… —me dice levantándose de su asiento para acercarse a mí, pero no se lo permito, me alejo, siento mucha rabia dentro de mí, me ha decepcionado por completo.
—Camila, nada —levanto la voz, negaba con la cabeza mirándolo con dolor. Mis ojos picaban por las lágrimas que amenazaban con salir, parpadeé varias veces para espantarlas—. ¿Cómo te atreves a hacerme esto, a tomar decisiones por mí? Soy adulta, te lo recuerdo —manifiesto con fuerza.
Mi padre resopló frustrado.
—Camila, entiende, debes casarte con Maximiliano, es la única persona que nos puede ayudar a que la empresa salga adelante y no se hunda más de lo que está —su voz suena angustiada.
Frunzo el ceño, desconozco a papá. Él nunca se había comportado de esta manera, se encuentra desesperado y angustiado por no perder esta empresa. Esta empresa es su segunda casa, mis abuelos la fundaron juntos, y ahora está cayendo poco a poco.
—Papá —lo detengo para que deje de dar vueltas por la oficina. Se tallaba la cara exasperado. Me duele verlo así, sin poder resistirlo más, mis lágrimas salen, resbalando por mis mejillas.
—Debes ayudarme a salvar la empresa, sabes lo importante que es esta empresa para mí. Algún día será tuya, es nuestra segunda casa —se aleja de mí y se sirve desesperado un trago, se lo bebe de golpe y se sirve otro, se lo bebe de la misma manera.
Me acerco a él y le quito el vaso de cristal para evitar que se vuelva a servir más.
Me toma de ambas manos y me mira con frustración, y hace que me provoque miedo. Papá se ve mal.
—Camila, hija —me habla tratando no alterarse, mi cuerpo tiembla. Me duele ver a mi padre de esta manera, no es el hombre fuerte y seguro que conozco —. Debes ayudarme, debes casarte con Maximiliano, entiende, es el único que puede ayudarnos. Él va a inyectar acciones para que nuestra empresa se levante de esta mala racha —acaricia mi mejilla —. Ayúdame, por favor.
Quiero soltar aire, pero mis pulmones no me lo permiten, pues siento que me ahogo por dentro. No quiero hacer esto, tengo terror, pánico con solo pensar que tendré que casarme con ese desconocido. No sé qué me espera a su lado, tal vez una enorme infelicidad.
Trago grueso y me doy un paso al frente llenándome de valor por lo que diré a continuación...
—Acepto… Casarme —digo con voz débil. Papá me muestra una sonrisa de alivio y me abraza agradeciéndome.
Las lágrimas resbalan por mis mejillas calientes; siento tristeza y pánico al mismo tiempo.
***
El día de la boda ha llegado. Voy caminando hacia el altar del brazo de mi padre. Mis piernas tiemblan con cada paso que doy, siento escalofríos por todo el cuerpo, mis lágrimas no paran de resbalar por mi rostro. Me detengo, pero mi padre me mira para que continúe mi camino, y es ahí cuando lo miro por primera vez. Es un hombre alto, cuerpo atlético, ojos cafés, cabello castaño claro. Es un hombre alto, atlético, de ojos cafés y cabello castaño claro. Su sola mirada me intimida, y un escalofrío recorre mi espalda.
—Serás feliz cuando te entregue a él —lo miro con dolor por sus palabras, no puedo creer que esté diciéndome eso.
“¿Cómo seré feliz con alguien a quien no conozco?”
Me limpia las lágrimas y me dice:
—Deja de llorar, no es tan malo como tú piensas —frunzo el ceño viéndolo con incredulidad. Qué decepción siento por este hombre, ¿En dónde quedó aquel hombre que era amoroso conmigo, el que jugaba conmigo? Me pregunto a mí misma.
Al llegar a su lado mi padre le entrega mi mano, este la toma con delicadeza.
—Llora de felicidad —dice papá. Maximiliano le da una leve sonrisa a mi padre, él asiente para después tomar su lugar. Siento mis manos demasiado frías, me siento nerviosa, este hombre que será mi esposo, me retira despacio el velo y me sonríe. Yo solamente puedo mirarlo con miedo, pues no lo conozco, y no sé qué me espera a su lado.
Volteamos para mirar al sacerdote. Comenzó la ceremonia, mi respiración estaba acelerada, quería salir corriendo y olvidarme de todo esto. Sentía como mis lágrimas resbalaban por mis mejillas, no quiero estar aquí. “Dios ayúdame a soportar este infierno”.
El sacerdote me habla y me saca de mis pensamientos con una cálida sonrisa.
—No te preocupes, hija —me sonríe y yo le esbozo un pequeño gesto —. Te vuelvo a preguntar, ¿Aceptas como esposo a Maximiliano Sandoval, para amarlo y respetarlo el resto de tu vida?