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Mentía. Sí me asustaba.

No, no me asustaba, me aterraba la idea.

Lía había entrado con un buen semblante de su sesión de terapia. Entré unos quince minutos antes que ella a la casa y me bastó el tiempo para mostrar cierta normalidad a la hora de su llegada.

Luego, Crisálida nos había invitado a ayudarla con la preparación de unas pizzas para la cena, se me hizo imposible negarme y Lía no dudó en aceptar, así que, media hora después sonriendonos y charlando sin darnos un corto beso apenas ahí estábamos en la cocina ensuciandonos de harina mientras Cris nos enseñaba la manera correcta de amasar. Mis manos querían amasar otra cosa ocultas bajo un lindo vestido negro con impresiones de cerezas pequeñas y un escote profundo en forma de triángulo que me dejaba ver los regordetes pechos de mi chica.

La mujer salió al patio a buscar algunas hojas de albahaca que agregaría a la pasta de tomate, en ese momento aproveché para estirar mi mano y tomar la nuca desnuda de Lía quien se había anuda
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