El sonido del reloj de pared marcó las 10:47. Céline no se había percatado del paso del tiempo hasta que su asistente entró con una nueva carpeta de reportes.
—¿Los revisa ahora o más tarde, señora Valtieri?
—Déjalos aquí —respondió sin levantar la vista.
Tan solo en esa mañana había revisado cuatro contratos, firmado quince documentos y coordinado dos reuniones. Pero la ansiedad no cedía. Su mirada volvía, una y otra vez, al teléfono.
No había llamado. Tampoco le contestaba.
Kilian no la había llamado. Ni un mensaje. Ni un "he llegado". Nada.
Sabía que estaba en Andermatt. Lo sabía porque él lo mencionó, con esa voz neutra que usaba cuando quería parecer sereno. Pero había algo distinto esta vez. Algo más frío. Como si no esperara regresar. Como si esta vez… no tuviera motivos.
Suspiró y se obligó a concentrarse. La mañana estaba lejos de terminar.
💼
En la sala de reuniones del piso 24, varios directivos aguardaban con rostros tensos. Céline entró con paso firme. Vestía de