Era viernes en la tarde, desde anoche la conversación con Celine lo dejo descolocado. Volvió a terapia porque no sabía a dónde más ir.
La llamada con Céline le había dejado un eco extraño. No fue la voz firme. Ni siquiera la forma elegante en que colgó primero. Fue la pregunta.
"¿Y tú… cómo estás?"
No supo qué responder. Ni siquiera mintió del todo. Solo… esquivó.
Ahora estaba otra vez en el sillón gris, con los codos sobre las rodillas, como si su cuerpo no hubiera salido nunca de ahí.
—¿Te molestó que ella preguntara? —inquirió Alina, sin rodeos.
Kilian no respondió de inmediato.
—No —dijo al fin—. Solo que no sabía qué decir. Me preguntó cómo estoy, y no lo supe. Me sentí… descubierto. Roto.
Alina asintió, como si ya lo hubiera previsto.
—¿Sabes por qué? Porque llevas años intentando ser muchas cosas a la vez. Y cuando uno vive partido en cuatro, termina sin saber quién es en ninguna.
Kilian la miró.
—Soy padre. Esposo. El hombre que debía heredar un imperio. El que no q