Afuera, lejos de los pasillos del tribunal, Céline sostuvo la compostura mientras la rodeaban. Pero en cuanto estuvieron lo suficientemente lejos, soltó el brazo de Matthias y caminó directo al baño. Cerró la puerta con rapidez, se apoyó en el lavamanos… y vomitó.
De asco. De humillación. De furia contenida.
Las fechas, las imágenes, los gestos que reconocía con claridad en esos videos… Todo cuadraba. Habían sido los mismos días en que Kilian regresaba a casa actuando como un hombre redimido, solo para llevarla a la cama con una devoción falsa, prestada, sucia. Por eso algunas noches estaba tan insistente. Por eso otras parecía agotado. Todo tenía sentido. Todo había sido fingido.
Volvió a vomitar. Ya no tenía nada en el estómago, pero aún así, su cuerpo insistía en expulsar lo que la mente acababa de procesar.
Matthias se cansó de esperar. Golpeó dos veces. Y luego entró. No le importó que fuera el baño de mujeres. La vio de espaldas, temblando, aferrada al borde del lavabo.