Capítulo 111 — Lucca
Llevaban poco más de un día en Lucca, y el ritmo apacible de la ciudad parecía haberle hecho bien a Sebastián. Caminaban por las murallas antiguas al atardecer, mientras los rayos dorados del sol acariciaban los tejados rojos y las torres medievales. El aire olía a ciprés, a pan recién horneado y a algo más difícil de describir: tranquilidad.

—Este lugar es hermoso —comentó él, observando cómo unas golondrinas cruzaban el cielo sin prisa—. Podría vivir aquí... si tan solo tuviera el mar más cerca.

Alina lo miró de reojo, como quien sopesa una idea más de lo que deja entrever.

—Tal vez... algún día, no está tan lejos —respondió, con una sonrisa ambigua.

Sebastián la miró. Esa sonrisa. Siempre cargada de promesas que nunca sabías si eran ternura o trampa. A veces olvidaba cómo había terminado con ella. Cómo, poco a poco, se había dejado arrastrar a su mundo. Lo peor es que ni siquiera la amaba. O no de la forma en que uno debe amar a alguien con quien planea su vida. No. Lo de el
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