La mañana era templada en Belvaronne, y Matthias Corven la aprovechó para ordenar un par de correos pendientes antes de cerrar agenda. Esa noche llevaría a Céline al aeropuerto. Su viaje a Florencia no era largo, pero sí importante. La primera presentación internacional de CéVive. Y aunque no la acompañaría desde el primer día, haría todo lo posible por alcanzarla a mitad del evento. Esa era la promesa.
Mientras leía un informe de Dermatec, una sonrisa se le escapó.
Las cosas iban bien. Con ella. Con los niños. Con todo.
Y sí, había tenido que ser paciente. Céline no se entregaba a la ligera. Pero la comprendía mejor de lo que ella imaginaba. Cuando perdió a Darianna —su esposa—, le tomó más de dos años siquiera volver a acostarse con alguien. Y ni siquiera fue amor. Fueron encuentros esporádicos, noches sin nombre, compañía para mitigar el peso de una cama vacía.
Hasta que llegó a Belvaronne. Hasta que comenzó a compartir espacios con esa mujer de mirada firme y heridas silen