Habían pasado semanas desde que Céline cruzó una línea invisible dentro de sí misma. No fue un evento marcado por lágrimas o grandes gestos. Fue silencioso, casi desapercibido, pero no por eso menos importante. Abandonar la habitación que compartió con Kilian fue una decisión que le tomó meses de duelo callado, noches de insomnio y una conversación muy breve con Agnes:
—¿Estás segura?
—Sí. Es hora.
Cerró la puerta con manos firmes. No lloró. Solo respiró. No sabía si eso era sanar, pero se parecía mucho a comenzar.
✦
Elodie la observó desde su silla habitual. Céline no hablaba todavía. Jugaba con el borde de su chaqueta, atenta a sus pensamientos.
—Te veo distinta —dijo la terapeuta—. ¿Cómo has estado?
—Extrañamente tranquila —respondió Céline, tras una pausa.
—¿Tranquila… o anestesiada?
Céline sonrió de lado.
—Creo que… asentada. Como si algo en mí hubiera dejado de resistirse.
—¿Tiene que ver con tu cambio de habitación?
Asintió. No necesitó explicar mucho má