Capítulo 121— Lo que dolía en silencio

La madrugada aún no terminaba cuando Céline y Matthias se recostaron en la cama. Ella se acurrucó en su pecho, aún con los ojos hinchados por el llanto, y con el cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse. Sentía el latido irregular de su corazón contra el de él, como si buscara en ese ritmo ajeno una razón para no quebrarse del todo. El la sostuvo sin pedir explicaciones. Sin exigir palabras. Solo estuvo allí, firme, cálido, real.

Cuando por fin pudo hablar, lo hizo en voz baja. Le contó lo de las cartas, el derrumbe de Elian, la mirada confusa de Yvania, el miedo de haber perdido el control frente a ellos. Habló también del pensamiento que la cruzó en la terraza. De lo cerca que estuvo.

Matthias no la interrumpió. Escuchaba con la respiración contenida y una mano enredada en su cabello. Cuando terminó, no respondió con frases hechas ni soluciones rápidas. Solo la abrazó más fuerte.

—Gracias por contármelo —murmuró él finalmente—. Me parte el alma imaginarte tan sola en todo
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