—La verdad, sí es un vestido bonito... y ahora combina con el rubor en tus mejillas —sonrió y salió.
Tuve que volver a sentarme.
«Toda la vida he sido la persona imprudente del grupo.
Tengo que culpar a mi madre.
No había nadie más imprudente que ella, y siempre la regañaba.
Pero ahora tengo que engañarme a mí misma.
Es su culpa... una parte de él me pone nerviosa, me hace sentir indefensa y, al mismo tiempo, a la defensiva.
Todo para que no note que es totalmente mi tipo».
Salí detrás de él y llegué al comedor. Ya estaba desayunando.
Lo seguí. Desayunamos mientras él y mi tío hablaban de deportes.
No es que no supiera de lo que hablaban, es que no quería decir nada más.
Subí al apartamento por mis cosas y me reuní con él.
Subimos a su camioneta. Arrancó.
—Nos demoramos quince minutos. No es un camino largo si vamos en auto.
Voy a darte una recomendación, porque ya ha pasado antes y no quiero que cometas errores tontos por no entender el peligro.
«Me está regañando antes de da