Nos sentamos a esperar, llevábamos media hora y no salían, todo estaba en silencio.
«¿Irme es una opción? ¿Por qué esperamos? Ya fue lo suficientemente incómodo, y no creo que tengan ganas de estar juntos más tiempo».
—¿Y si nos vamos? —dije y al segundo se abrieron las puertas.
Salieron Renzo y el padre de Dante, nos sonrieron
—Perdón por la demora, obvio, yo invito a la cena.
—Y luego, ¿quién pensabas que la iba a pagar? —dijo mi tío tratando de aligerar el ambiente y en forma de broma.
—Dante se unirá a nosotros un poco más tarde.
—Salimos del viñedo, mi tío y yo nos fuimos en su carro.
«¿Debería escribirle a Dante o sería demasiado?».
—¿Se pelearon?— le pregunté a mi tío.
—Es complicado, Aurora, es mejor si ignoramos eso hoy.
—Con Dante todo es complicado —dije con fastidio, como niña chiquita—. Todo, todo, cada vez que pregunto cualquier cosa sobre él, todo es complicado.
—Pero lo es, y no es el momento de hablar de eso.
—Claro, con él todo es complicado, pero contarle mi vida n