Capítulo 49. Miedo.
—Lucas... —murmuré con asombro, mi mano temblaba mientras sostenía la suya.
Intenté preguntarle qué significaba, pero me cortó.
—Si yo me hubiese muerto... Todo... —dijo con dificultad.
—Lucas, ¿qué dices? ¿Qué quieres decir con eso? —murmuré, forzando las palabras a salir.
—Murió... la mentira, Ruby. —Su voz era un susurro ronco, casi inaudible, como un hilo—. Yo... el hombre que se creía atado al apellido y al dinero... ese Lucas... murió. Ahora... —continuó, forzando una sonrisa tierna—, solo existo yo. Por ti y mis hijos.
De inmediato, la enfermera entró. —Ya se acabó el tiempo, señorita. El paciente debe descansar.
Tuve que soltar su mano. Sentí que ese breve contacto me había recargado de energía, pero también de tristeza. Lo observé a través del cristal.
A pesar de todo, de la mentira, de la enfermedad y el contrato, Lucas me amaba. Era una verdad que me daba una fuerza brutal. Era amor, y por eso iba a pelear.
Me obligué a salir de allí y fui, rápidamente, a la sala de espera.