Narrador Omnisciente.

El coche de Lucas se detuvo. John no esperó a nada. Salió raudo y veloz, sintiendo una urgencia que le quemaba el pecho. La casa de Lourdes era modesta, sin pretensiones, y ese contraste con la opulencia de la mansión Wilson le dolía en el alma.

Tocó la puerta con decisión. Ruby abrió. Se miraron por un segundo, un instante de recelo que se transformó en un reconocimiento sombrío.

Ambos se recordaban de la fiesta en la mansión, pero esta vez, John la miró con una ternura extraña, una punzada en el corazón que le confirmaba su peor sospecha.

—Necesito hablar con tu madre —le dijo John, con la voz apenas controlada—. Te ruego que no me la niegues.

—Mi madre está en su habitación, señor —respondió Ruby, sin moverse del marco de la puerta.

En ese momento, entró Lucas, que había dado la vuelta al coche para acompañar a su tío.

—Ruby, por favor, deja que hablen. Es muy importante para mi tío.

John miró a Lucas con aprensión. Su sobrino no tenía ni idea de la bomba que