Capítulo 13. Pasión.
Minutos después de mi desesperada confrontación, el aire ya no se sentía tan tenso por el deber. En cambio, estaba tan cargado de deseo que casi podía morderlo.
Habíamos cruzado un umbral peligroso. Lucas no dijo nada. Su cuerpo, respiraba arrebato y excitación, se movió con una intención que trascendía el acuerdo.
Me tomó de la cintura con una confianza pecaminosa que me encogió el estómago y me estrelló contra la pared cerca de la puerta de madera.
—Mírame —ordenó excitado.
Mis ojos se levantaron para encontrarse con los suyos. Eran un pozo oscuro, sin un gramo de la frialdad que solía usar. Me estaba mirando no como su propiedad, sino como si yo fuera la única mujer en el mundo. La intensidad me hizo jadear.
Lucas quitó mi camisa con un movimiento brusco, el sonido de la tela al rasgarse fue un grito ahogado. Y yo, con una ferocidad que no me creía, hundí mis manos bajo los pantalones de él.
Hoy no estaba presente la presión por el contrato; sino había una necesidad desesperada de