Ser amado

Sabía que la perfección no existía, para mí lo era María Victoria. Amanecer perfecto, operación perfecta, grandes esperanzas, pasar las horas deseando ver a alguien que también quiere verte. Desear tener a alguien que también te desea y ser irresponsable con la vida de a ratos.

Habíamos quedado en que ella iría por mí pero pasadas las doce no se presentó así que fui a su oficina, a unos seis metros de la mía por el pasillo concurrido de pacientes, doctores y enfermeras, la clínica tenía un nuevo ambiente desde que ella llegara, hasta olía diferente. Tomé la manilla de su puerta y la giré ¡oh tenía seguro! Extraño. Toqué tres veces, lento, no quería parecer ansioso. Segundos después escuché sus tacones, el corazón latía a prisa, quizás podríamos hacer el amo

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