Esta vez abrí los ojos, ambos, y eso me causó dolor. Tenía la cabeza más erguida así que de inmediato lo vi de frente a mí. No había sido un sueño, Aníbal estaba parado frente a mí, revisaba mis pies.
-¿Qué haces aquí? –Le pregunté y traté de apartar los pies, lo cual pude hacer por primera vez en días.
-Debo terminar de clocarte el ungüento.- Respondió muy serio.
-No quiero que me toques.
-De acuerdo.-Subió ambas manos. Tenía algo de barba y el cabello largo enmarañado.
-¿Por qué estás aquí? –Se acercó y no respondió, tomó mi ojo sano y levantó el parpado, luego el otro con más cuidado.-No me toques te dije ¿por qué estás aquí?
-Soy doctor o no lo sabias.-Su tono era frío y su mirada