Capítulo 64. Reparto de bofetadas
Emilia Zúñiga arribó al exclusivo complejo residencial de Adriana envuelta en una calma gélida que, para quienes la conocían, era más peligrosa que un estallido. Había pasado exactamente una semana desde que vio el reportaje televisivo, donde Adriana, radiante y descarada, posaba junto a su flamante prometido, el tenista Alejandro. Ese despliegue de sonrisas falsas y el anuncio de una boda apresurada, justo cuando su hijo, Ramiro, enfrentaba un caos, había sido la última humillación pública que Emilia estaba dispuesta a tolerar. Su furia, alimentada por el instinto materno, la había impulsado a esta visita.
El portero, visiblemente incómodo ante la severidad de Emilia, la anunció. Adriana, quien casualmente se preparaba para su entrenamiento matutino, la recibió en la sala principal de su lujoso apartamento. El espacio era un templo al diseño minimalista y costoso, pero la frialdad del mármol no se comparaba con la hostilidad de la anfitriona.
—Emilia. Qué sorpresa tan... innecesaria