Capítulo 29. El aroma de una prenda.
El aire en el pasillo de servicio, detrás del telón, era pesado y olía a sudor, maquillaje barato y desinfectante. Vesper se movía con prisa, la euforia del escenario evaporándose rápidamente y siendo reemplazada por una fría determinación. Sabía que Ramiro no esperaría.
Al llegar a la puerta de su camerino, un santuario improvisado contra el caos del bar, Vesper se detuvo.
Ahí estaba León. El corpulento guardia estaba plantado justo frente a su puerta, ocupando todo el marco. Su presencia era un muro de músculo y traje oscuro. El hombre no la miró; sus ojos estaban fijos en el pasillo, en anticipación.
Vesper se acercó a él, la adrenalina aún vibrando bajo su piel.
—Gracias, León —susurró Vesper, apenas audible sobre el murmullo distante del bar.
León no respondió verbalmente. Mantuvo su postura inamovible, pero asintió con un movimiento imperceptible de su cabeza, sus ojos permaneciendo fijos en el pasillo, en guardia.
Unos segundos después, el crujido de las suelas sobre el piso an