— Suéltame, suéltame, por favor — sollozaba Freya, mientras que ese hombre la arrastraba por un callejón cerca a la galería de arte —. ¡Estás loco! ¡Loco! ¡Suéltame!
— ¡Eres una maldita mujerzuela! — la empujó haciéndola trastabillar hacía atrás, de no ser por un contenedor de basura termina en el suelo.— Y tú un desgraciado infeliz, así que suéltame. O…— levantó un dedo en señal de advertencia.— ¿Cómo pudiste hacerme eso?— ¿¡Qué!? … ¡Yo no hice nada!— Te revolcaste con ese hombre. Me engañaste ¿Qué no entiendes? ¡Que eres mía, Freya Baker! — ¡No soy de nadie! — gritó ella de frustración, ira, tristeza