Vacío desesperante.

—¡¡Ay mi cabeza!!— soltó Isabella en un quejido cuando al fin despertó con un fuerte dolor que creyó que le explotaría la cabeza, y ni siquiera quería abrir los ojos.

—¿Mamita estás bien? —. La voz infantil de Emiliano la hizo abrir los ojos, dándose cuenta de ese modo que no estaba en su departamento sino en el de Maximiliano. Emiliano y la niñera la veían como a la espera de su reacción, entonces ella vio que la mujer tenía en la mano una bolsa con hielo.

—Si mi amor, mamá está bien, solo tiene un poquito de dolor—. Le tocó el mentón al infante de manera cariñosa para no crear preocupación en él.

—Pero tu cabeza parece la de un unicornio, y no quiero que te duela—. La ocurrencia del pequeño la hizo reír en medio del dolor, y luego arrugó el rostro.

—No te preocupes, es muy mínimo.

Le mostraba dejando un pequeño espacio entre el dedo pulgar y el índice cuando agregó:

» Así de poquito es mi dolor

—¿Qué me ha sucedido? — preguntó aturdida, ya que de inmediato recordó que estaba siendo
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