Celeste.
La pelea con Malzahar continuaba sin descanso. El agotamiento de mi cuerpo me hacía sudar incluso teniendo pelo por mi transformación.
—Te irá muy mal con tu madre después de esto, Samanta —soltó el demonio, con una risa cínica que nos heló la sangre.
Samanta no se inmutó, ella continuó lanzando hechizos básicos por la brujería que aprendió de Scarlet, y era de gran ayuda para mí, porque solo así Malzahar lograba bajar la guardia.
—¿Qué pasa? —le pregunté justo cuando lo vi jadeando—. ¿Te has cansado, demonio? Porque un mínimo descuido y te corto la garganta…
Quise asustarlo.
No creí que iba a funcionar, a decir verdad. Los labios de Malzahar temblaron y retrocedió para alejarse de mí.
Siendo una lycan, podía moverme con menos agilidad, pero mi fuerza era increíble. Lancé un puñetazo brusco hacia él que logró esquivar y terminé hundiendo mi puño en la pared, esa parte se derrumbó.
—¿Ahora tienes miedo? —Se mofó Samanta.
El aire era denso en esa habitación. Mi respira