Celeste.
Abrí los ojos con lentitud, sintiendo mi respiración pesada. Intenté procesar mi entorno al sentir que el frío de esa celda se filtraba en mi piel, y la piedra áspera del suelo contra mi espalda me terminó de despertar.
Me incorporé, sentándome. Estaba encerrada y no sabía dónde. Lo último que recordaba era haberme desmayado por tener tantas sombras a mi alrededor, cubriendo mi boca y mis ojos…
¿Qué era ese lugar?
Mi cuerpo se paralizó al no poder conectarme con mi poder. Mi loba no respondía y eso me aterró porque estaba indefensa.
¿Acaso me volví humana? Porque me fue imposible invocar la transformación.
Recién me percaté de que Scarlet estaba al otro lado de los barrotes, mirándome con una sonrisa retorcida, con una pierna sobre la otra.
Reconocería ese cabello rojo intenso donde fuera… Aunque nos topamos una sola vez en nuestras vidas.
—No intentes escapar —dijo, con una calma que me erizó los vellos de la piel—. Ni transformar tu cuerpo. No podrás hacerlo. Esta c