Capítulo 129: Adiós

Celeste.

El sueño comenzó como un susurro.

No había ruido, peso, o dolor. Solo una brisa suave que me acariciaba el rostro y el aroma dulce de flores silvestres flotando en el aire.

—¿Hola?

Sin respuesta.

Un sentimiento agradable me acompañaba. Sabía que no estaba en peligro en ese lugar.

Estaba descalza, caminando sobre un campo interminable de colores: amapolas, lirios, margaritas, flores que no conocía pero que parecían salidas de un cuento. El cielo era de un azul tan claro que dolía mirarlo. Todo era perfecto. Demasiado perfecto para lo que tuve que experimentar durante los últimos meses.

Y entonces los vi. A lo lejos, de pie entre los girasoles, estaban ellos.

Mi corazón se detuvo, creyendo que era una mentira.

—Mamá… —susurré, sin aliento—. Papá… ¿son ustedes?

Carlota y Armando Eldrin.

Mi madre tenía el cabello suelto, brillante como el oro bajo el sol. Su vestido blanco ondeaba con el viento, y su sonrisa… era la misma que recordaba de niña, cuando me abrazaba después de
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