La reacción de Gabriel fue instantánea.
— ¿Qué? ¿Ella sabe quién está detrás de esto? — preguntó, sintiendo que la preocupación lo invadía —. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
— No sabía que iba a actuar así — respondió Penelope, sintiendo que la culpa comenzaba a devorarla —. La idea era tener las pruebas y entregarte.
Gabriel sintió que la rabia se desvanecía lentamente, reemplazada por la preocupación.
— ¿Y si le pasa algo? No puedo permitir que eso suceda — dijo, sintiendo que la desesperación comenzaba a apoderarse de él —. ¿Quién es la mujer detrás de todas nuestras desgracias? ¿Quién es la maldita esa?
— ¡Gabriel! — La voz de su madre resonó en el pasillo —. Hijo mío. Mi niño. Me acabo de enterar de lo que pasó. ¿Cómo está Eva?
Gabriel se encontraba de pie, frente a su madre en el pasillo del hospital. La tensión era palpable en el aire, y su mente estaba en un torbellino de emociones.
— Eva está bien, madre, pero no es el momento para hablar de eso — dijo, sintiendo que cad