Los días pasaron, y la vida en la mansión de los Montenegros se tornó más complicada. La pérdida de Francisca había dejado un vacío, y todos estaban lidiando con sus propios demonios. Eva y Gabriel se preparaban para su boda, pero la sombra del pasado seguía acechando.
Un día, mientras organizaban los detalles, Ben entró en la habitación, su expresión seria.
— Señor, hay algo que deberías saber — dijo, su voz grave.
Gabriel y Eva se miraron, sintiendo que la tensión aumentaba.
— ¿Qué pasa? — preguntó Gabriel, su voz llena de preocupación.
— La policía ha encontrado un cuerpo — dijo Ben, su mirada fija en Gabriel —. Hay una investigación en curso, y podrían necesitar tu testimonio. Sospechan que se trata de la señorita Leonarda.
Eva sintió un escalofrío recorrer su espalda. La situación se complicaba aún más.
— ¿Qué significa eso? — preguntó Gabriel, su voz tensa —. ¿Leonarda muerta?
— Significa que tendrás que enfrentar a la policía, y todo lo que eso conlleva. Quieren que hab