Eva se quedó pensando en las palabras de Gael mientras caminaba por los pasillos de la mansión.“¿Cómo que su madre lo mataría?” reflexionó, sintiendo que la confusión la invadía. No podía entender por qué eso tendría algo que ver con una persona que a él le gustara. La señora Francisca no parecía el tipo de persona que haría algo así.Cuando pretendía preguntar, se dio cuenta de que Gael ya había desaparecido. Con un suspiro, se dirigió a su oficina, pero se detuvo en seco. Algo en su interior le decía que debía hacer algo más. Luego, giró sobre sus talones y se dirigió a la oficina de Penélope. La encontró tecleando algo en su portátil, con una expresión de concentración en el rostro.Al verla entrar, como si se estuviera escondiendo, Eva se enfrentó a su mirada curiosa.— ¿Qué pasa? — preguntó la pelirroja con un gesto.Eva se acercó y miró directamente a sus ojos.— Quiero que me hagas un favor. Quiero que me des un contacto.Penélope arqueó las cejas.— ¿Qué contacto? ¿Eso te lo
— Francisca Montenegro — respondió finalmente, sintiendo que el peso de la revelación caía sobre la mesa como un trueno.El silencio se hizo presente, y los tres se miraron con una mezcla de sorpresa y tensión. El hombre frunció el ceño, sintiendo que la situación se complicaba aún más. El conocía a esa mujer.— ¿Estás segura de eso? — preguntó, su voz ahora cargada de seriedad.Penelope miró a Eva, sorprendida por la respuesta que acababa de escuchar.— ¿Cómo que a Francisca Montenegro? — preguntó con una seña, su rostro reflejando incredulidad. Pero Eva ignoró su pregunta, enfocándose en el hombre que estaba sentado frente a ellas.— Algo me dice que es ella y necesito las pruebas. ¿Podrás hacerlo? — le preguntó Eva con firmeza, su voz llena de determinación.El hombre, aunque esta vez con el rostro serio, asintió lentamente.— Te costará más caro por ser la madre del magnate más peligroso — advirtió, su tono grave resonando en el aire.Eva no titubeó.— Ella es la madre de
Eva y Penelope se encontraban sentadas en el café, disfrutando de un momento de tranquilidad después de la tumultuosa conversación que habían tenido. La atmósfera era más ligera, y ambas mujeres comenzaban a sentir que, quizás, todo lo que habían vivido podía ser superado. Sin embargo, esa sensación de paz se desvaneció rápidamente cuando dos figuras familiares aparecieron en su campo de visión. Los padres de Jason Barut se acercaron, y ambas mujeres levantaron la vista para mirarlos. Se toparon con los idénticos ojos de su hijo: una mirada desafiante, orgullosa y malvada que emanaba de su padre, el señor James Barut. — Señor James — dijo Penelope con señales, observándolo de pies a cabeza. Aún vestía elegante, como si no tuviera idea de la situación que atravesaba. — Qué sorpresa verlo por aquí — agregó Penelope, intentando mantener la calma. El hombre corrió la vista hacia Eva, quien ni siquiera se preocupó en saludarlo. — A mí me sorprende que hayas traicionado a mi hijo
Gabriel había cerrado la puerta del dormitorio con suavidad, asegurándose de que el mundo exterior no pudiera interrumpir el momento que estaba a punto de compartir con Eva. La atmósfera en la habitación estaba cargada de deseo, una tensión palpable que parecía vibrar en el aire. Se acercó a ella, su mirada intensa y profunda, como si pudiera leer cada pensamiento y deseo que pasaba por su mente.— Eres mía — susurró Gabriel, inclinándose hacia ella. Sus labios encontraron el cuello de Eva, donde comenzó a besar su piel con devoción, disfrutando de cada centímetro de su cuerpo —. No estoy dispuesto a perderte. No importa lo que pase, estoy aquí para ti. Pase lo que pase, sea lo que sea.Eva sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar sus palabras. Se entregó a las garras de su esposo, dejándose llevar por la mezcla de pasión y deseo que los envolvía.— Gabriel... — jadeó, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada caricia, cada beso. Sus manos se deslizaron por su espalda, a
La tensión en la mansión era palpable. Francisca, al ser ignorada deliberadamente por su hijo, sintió la frustración apoderarse de ella, por lo que gimió de dolor de repente.— Oh, no me siento bien — murmuró, cayendo al suelo y fingiendo dolor en su pecho —. Gabriel, mi muchacho.— Madre, ¿estás bien? ¿Qué tienes? — preguntó Gabriel, su voz cargada de preocupación.— Solo un poco de cansancio, hijo — respondió Francisca, tomando su mano con suavidad.Gabriel inmediatamente la levanto y acostó en el sofá. La escena había sido un espectáculo, y aunque Gabriel se preocupaba por su madre, no podía ignorar el juego que estaba en marcha. Con un grito, había ordenado que llamaran al médico, mientras Francisca insistía en que solo era cansancio.— ¿Dónde mierda está el médico? — gritó.— En camino, señor — respondió Ben.— Hijo, estoy bien. No necesitas hacer tanto drama por mí — dijo su madre, tomando su mano.Violet, que había estado observando desde un rincón, extendió la mano sobre la de
Penelope salió de la tienda, una bolsa de vino en la mano, disfrutando de la brisa fresca que soplaba en la tardecita noche. La luz del sol se filtraba entre los edificios, creando un ambiente cálido y acogedor, pero al mismo tiempo terrorífico. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando un coche deportivo se detuvo bruscamente frente a ella. Al principio, quedó congelada, sintiendo que un escalofrío recorría su espalda. No sabía qué esperar, su mente se llenó de pensamientos oscuros, pero cuando vio a Gael descender del coche, su expresión cambió. Llevaba aún su traje del día, impecable y ajustado, y una sonrisa brillante que parecía sacada de una propaganda. “¿Cómo es posible que esté solo?” pensó Penélope, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad.—Pen… qué casualidad verte por aquí — dijo Gael con un tono que, aunque nervioso, era cálido y amigable. Era el opuesto de Gabriel, jovial y alegre, con una energía juvenil que contrastaba con la seriedad del esposo
El ambiente en la oficina de Eva había cambiado drásticamente desde la última vez que estuvo allí. La luz del día se filtraba a través de las ventanas, pero no podía iluminar el nublado estado de ánimo de Penélope. Desde su encuentro fugaz con Gael, las cosas parecían diferentes. No sabía cómo actuar a su alrededor. Se sentía atrapada en un torbellino de emociones contradictorias, y la confusión la invadía. Gael no había aparecido en la empresa de Eva desde aquel día, y eso la inquietaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. “¿Por qué me importa tanto si era exactamente lo que quería?”, pensó, sintiendo que la frustración crecía en su interior. ¿No era eso lo que deseaba? Que todo fluyera como si nada hubiera pasado, que todo volviera a la normalidad. Pero la realidad era que sí le importaba, y eso la molestaba aún más. — Bueno. Dime, ¿qué pasa? — preguntó Eva, interrumpiendo sus pensamientos. La mirada de su amiga era intensa, como si pudiera ver a través de la fachada que
— Creo que será mejor trabajar — aconsejó Eva, y tanto Pen como Gael, salieron de la oficina.La atmósfera en el despacho de Eva se volvió tensa y cargada de emociones no expresadas. Una vez que quedaron solos, Gabriel y Eva se miraron mutuamente, sintiendo que el silencio entre ellos era denso, casi palpable. Había algo en el aire, una corriente eléctrica que no podían ignorar.— Gabriel — comenzó Eva, rompiendo el silencio —. Creo que… que se gustan.Las palabras salieron de su boca como un susurro, pero resonaron fuertemente en el aire.Gabriel frunció el ceño.— Eso es imposible — respondió, sintiendo que la negación se formaba en su pecho. La idea de que pudieran gustarse le resultaba abrumadora, casi aterradora.Eva se quedó mirando fijamente un punto en la pared, como si buscara respuestas en la pintura.— ¿A tu madre no le gusta, no es así? — cuestionó de repente, rompiendo el momento de tensión.Gabriel la observó, sintiendo que la conversación tomaba un giro inesperado.— So