La mañana era silenciosa, gris y triste. Una bruma espesa cubría la ciudad, como si el cielo mismo llorara la pérdida de Valeria. El funeral se había organizado rápidamente, y el ambiente estaba cargado de tensión y dolor. La última joven mujer de los Montenegro había muerto, y la noticia había sacudido la ciudad, que clamaba justicia por la vida arrebatada de Valeria.Eva, vestida de negro, se encontraba al lado de Gabriel, observando cómo su mejor amiga, su hermana de padres diferentes, se marchaba de su vida.— ¿Qué se supone que haré sin ti? — murmuró, sintiendo que la tristeza la envolvía como un manto pesado. Las palabras del cura resonaban en el aire, mientras él decía sus últimas palabras para que Valeria pudiera entrar al reino de los cielos. Pero en su interior, Eva comenzaba a dudar. Sentía odio, mucho odio, y estaba harta de sentirse así. La sed de venganza aumentaba con cada golpe que le daban.«¿Con qué derecho Jason se atreve a reclamarme algo después de lo que él me hi
Jason estaba sentado en su piso, la penumbra envolvía el ambiente mientras observaba desde el balcón. El vaso de whisky en su mano temblaba ligeramente, reflejando la agitación que sentía en su interior. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, pero él no podía concentrarse en nada más que en la tormenta que se avecinaba en su vida. Había cometido muchos errores y el peso de ellos lo aplastaba. Sin embargo, su sed de venganza podía con él mucho más.De repente, la puerta se abrió y Leonarda entró, luciendo diferente, con una peluca corta que no le favorecía.— Estoy comenzando a arrepentirme de contratarte — dijo, lanzando la peluca sobre el sofá con desdén —. Has cometido demasiados errores. Uno de ellos es no matar a esa patética mujer.Jason, a pesar del miedo que sentía, la enfrentó, dejando el vaso de whisky sobre la mesa, su sonrisa infernal desafiando su nerviosismo.— ¿Puedes repetir eso? — le preguntó, arqueando una ceja.Leonarda lo observó con curiosidad.— ¿Qué? — re
Los atletas la miraron con entusiasmo. Algunos sonrieron, mientras otros parecían ansiosos por escuchar lo que tenía que decir.— Sé que están trabajando muy duro para alcanzar sus metas, y quiero que se sientan cómodos y seguros en lo que lleven puesto — continuó, sintiendo que la conexión con ellos se establecía rápidamente.— Es importante para mí que cada uno de ustedes tenga voz en este proceso. Quiero saber qué es lo que realmente les gusta, qué colores prefieren, qué estilos consideran que les ayudan a rendir mejor — agregó, viendo cómo algunos comenzaron a murmurar entre ellos —. Quiero que se sientan en casa cuando hablen conmigo.Un joven de cabello rizado levantó la mano.— ¿Podemos elegir los colores? — preguntó con una sonrisa expectante.— Por supuesto — respondió Eva, sintiendo que la energía en la sala se elevaba — Quiero que se sientan identificados con lo que usan. Esto no es solo una indumentaria, es una representación de ustedes mismos y de la marca.Las conversaci
El silencio en la casa de los Montenegro era abrumador. Desde la muerte de Valeria, cada rincón parecía cargado de una tristeza palpable. La madre de Gabriel había regresado a su ciudad, incapaz de soportar el dolor que había dejado la pérdida de su hija adoptiva. Gael, por su parte, se había sumido en el trabajo, encerrándose en su oficina como si eso pudiera ayudar a mitigar la frustración y la furia que lo consumían. Tal vez la muerte de Valeria había sido un medio para cerrarse a sí mismos, y eso era precisamente lo que sus enemigos estaban buscando.Eva, sin embargo, no estaba de acuerdo con eso. Conocía a Valeria perfectamente. Ella era alegre, loca, y se llevaba el mundo por el pecho sin importarle absolutamente nada. Si Valeria los viera así, tristes y dejándose hundir por el dolor, seguramente se retorcería en su tumba. Eva se negaba a permitir que la memoria de su amiga se convirtiera en un motivo de estancamiento.Una tarde, mientras sostenía a su hija Iris en sus brazos, Ev
El ambiente en la habitación del hotel estaba eléctricamente cargado. Eva y Gabriel se entregaban el uno al otro con una pasión desbordante, disfrutando del placer que sus cuerpos compartían. Las promesas de amor eterno flotaban entre ellos, cada caricia y beso fortaleciendo el lazo que los unía. La noche parecía no tener fin, y en su mundo, no había nada más que el otro.Sin embargo, el tiempo pasaba rápidamente y ambos sabían que debían regresar con su hija, Iris. Cuando finalmente llegó el momento de marcharse, Eva se sintió un poco renuente a dejar la burbuja de felicidad que habían creado. Se vistió rápidamente, y Gabriel hizo lo mismo, ambos sonriendo mientras se miraban, sintiendo que su conexión era más fuerte que nunca.Mientras caminaban hacia la salida del hotel, Gabriel se acercó al gerente del lugar, mientras Eva avanzaba hacia la salida, donde Ben estaba apoyado; el ambiente se tornó sombrío de repente. Un sonido ensordecedor resonó en el aire: disparos. Eva se cubrió la
Eva se retorcía en su lugar, intentando ganar tiempo mientras los hombres que la mantenían atada la aseguraban perfectamente. El ambiente era tenso, y la incertidumbre la invasión. El miedo se mezclaba con una extraña sensación de desafío. Sabía que debía permanecer alerta, que cada segundo contaba.La puerta principal se abrió de golpe y, a través de la entrada, apareció Jason. Eva lo reconoció al instante solo con observar su caminar decidido y arrogante. Cuando se acercó, pudo ver su rostro, donde una sonrisa siniestra se dibujaba. Esa sonrisa que nunca había notado antes, pero que ahora parecía ser parte de su esencia.Eva lo observaba en silencio, sintiéndose atrapada en una encrucijada de emociones.“¿En qué momento el hombre galante, el magnate de un gran conglomerado, se había transformado en alguien tan lamentable?”, se preguntó. Era consciente de que ella había tenido un papel en su caída, pero también disfrutaba de su desgracia.A pesar de que la situación era crítica, una s
Eva se acomodó en el asiento del coche, sintiendo cómo la ansiedad la invadía nuevamente. El silencio en el vehículo era abrumador, y su mente daba vueltas, preocupándose por su hija. Después de todo lo que había pasado, lo último que quería era alejarse de Iris.— ¿Dónde está mi bebé? — preguntó, girándose hacia Gabriel con una expresión de preocupación.— Está con tú abuela — respondió él, tratando de sonar calmado. Pero Eva pudo notar la tensión en su voz.Asintió con la cabeza, pero no se sintió bien. La inquietud la consumía, y la mujer a la que no había podido conocer la atormentaba. Había algo en su interior que le decía que debía estar alerta, que la amenaza que representaba Leonarda no era la única que debían enfrentar. Aquella mujer lo era mucho más.Gabriel se sentó a su lado, tomando su mentón con suavidad para que lo mirara.— ¿Qué pasó? — preguntó, su voz suave pero firme.Eva sintió que un nudo se formaba en su garganta. Sabía que debía ser honesto con él.— No puedo de
Gabriel se encontraba en el pasillo, justo frente a su habitación, sintiendo la tensión en el aire. Gael se acercó a él con una expresión seria.— Tenía que hacerlo — le dijo, su voz firme —. Es tu madre también, y Eva es como su hija.Gabriel suspiró, sabiendo que su hermano tenía razón. Asintió lentamente, aunque su mente estaba en conflicto.— No quiero que esto se vuelva absorbente — respondió, sintiendo que la frustración comenzaba a brotar —. Ella es absorbente.— Es tu madre. No seas así — le recriminó Eva, que había escuchado la conversación y le dio un suave golpe en el hombro.Gael no pudo contener la risa ante la situación. Con una sola mirada de Gabriel, se alejó riendo, dejando a la pareja a solas. Gabriel observó a su esposa, sintiendo que su corazón se llenaba de amor y preocupación al mismo tiempo.Sin pensarlo dos veces, la levantó en brazos, llevándola a su habitación.— Eres hermosa — murmuró, sus ojos brillando mientras la miraba. La depositó suavemente sobre la ca