— Porque jamás voy a renunciar a ti — dijo Leonarda, su voz llena de desesperación —. No puedo dejarte ir de esta manera. Yo aún te amo.
Gabriel sintió que la rabia aumentaba.
— No tienes idea de lo que significa el amor, Leonarda. Te has aprovechado de mis sentimientos para manipularme y ahora intentas jugar con mi vida y la de los que amo. No puedo permitirlo. Así que vete.
Mientras tanto, dentro del restaurante, Eva y Valeria se miraban con preocupación. La tensión entre Gabriel y Leonarda era palpable, y ambos sabían que la situación podía volverse peligrosa.
— ¿Qué hacemos? — preguntó Valeria, sintiendo que su instinto protector se encendía nuevamente —. Interrumpimos.
— No es necesario. Solo espero que Gabriel no se deje influenciar por ella — respondió Eva, sintiendo que la ansiedad comenzaba a consumirla —. Él merece más que engaños y traiciones.
— Él es fuerte, Eva. Sabes que puede manejarlo — dijo la madre del susodicho, tratando de tranquilizar a su nuera —. Pero debemos es