La luna llena iluminaba el sendero en el bosque, mientras Damián se adelantaba, sin detenerse, sintiendo que cada paso lo acercaba más a su hijo. El crujido de las ramas secas bajo sus botas parecía un susurro en la oscuridad, como si todo el bosque fuese consciente de su desesperación. Abigail, a su lado, luchaba por mantenerse firme. Sabían que no quedaba mucho tiempo; Evelyn tenía a Rowan y por desgracia él sabía de que era capaz esa hembra, cada segundo que pasaba sin encontrarlo los acercaba más a un final trágico para su hijo.—Damián…— murmuró Isolde recordando la forma en que se había expresado de su hijo, como su sangre ¿Y si realmente él ya había descubierto quién era y quería vengarse a través de su hijo?¿Y si Damián estaba implicado en eso? — lo que dijiste antes lo de atentar contra tu sangre…Él no respondió de inmediato, sus ojos estaban fijos en el horizonte, donde la luz de la luna iluminaba los árboles como sombras danzantes. No podía permitirse dudas. No cuando su h
La luz azulada seguía iluminando el interior de la cueva, revelando las formas sombrías de las rocas que parecían moverse con vida propia. El aire se volvía más denso a medida que avanzaban, como si una fuerza invisible tratara de oprimirlos. Isolde se adelantó, con el corazón golpeando en su pecho, mientras sus ojos recorrían cada rincón, buscando algo que le indicara el camino para encontrar a su cachorro.De repente, un fuerte crujido retumbó en el aire, y la roca que se había movido comenzó a abrirse lentamente, revelando una entrada más profunda. Isolde dio un paso al frente, ansiosa, pero algo en su interior se revolvía, como si algo estuviera a punto de romperse.—Vamos… —dijo Damián, tendiéndole la mano para adentrarse en ese pasadizo— Nadie va a dañar a nuestro hijo.Nuestro hijo.Cada vez que él lo decía así, algo ardía en sus entrañas. Una mezcla maldita de rabia, culpa… y deseo.El pecho se le apretó, no solo por el terror de perder a su pequeño, sino por la amenaza latent
A medida que avanzaban, el pasaje se volvía más estrecho. Las paredes de roca rugosa parecían cerrarse a su alrededor como las fauces de una bestia, y el aire se volvía cada vez más denso. La humedad colgaba en el ambiente como un sudario, y con cada paso, la sensación de ser observados crecía, como si los propios muros de la cueva tuvieran ojos que los seguían en silencio.Los susurros se intensificaban. Ya no eran meros ecos del viento, sino palabras incomprensibles, guturales, pronunciadas desde el fondo de la tierra. Parecían arrastrarse por las piedras, acariciarles los tobillos, erizarles la piel.Isolde apretó con más fuerza la mano de Damián. Su respiración se volvía irregular, no solo por el miedo, sino por una punzada de ansiedad que nacía desde lo más profundo de su pecho. Un presentimiento oscuro, como si el camino que seguían no los condujera únicamente hasta su hijo… sino hasta algo más. Hasta ellos mismos. Hasta una verdad que tal vez no querían enfrentar.— Damián… — s
—¡Isolde, espera! —gritaba Damián corriendo tras ella.Pero ella no se detuvo. El dolor de sus recuerdos aún le desgarraba el pecho. Cinco años habían pasado, y todavía dolía darse cuenta de cuánto lo amaba, de lo estúpida que había sido al alejarse. Pero ahora no había tiempo para lamentos. Su instinto de madre gritaba más fuerte que cualquier herida, su hijo estaba cerca, y debía encontrarlo.El destello plateado revoloteaba, moviéndose con inteligencia, con la intención de hacerse ver para que lo siguieran.—No puedo perderla de vista. ¡La luz nos está guiando! —exclamó Isolde sin mirar atrás.Damián la vio doblar por un estrecho recoveco en la roca. Apretó los dientes y aceleró el paso, esquivando estalactitas y raíces colgantes que parecían querer detenerlo.—¡Isolde! ¡Detente, podría ser una trampa!Pero ella ya no escuchaba. O no quería escuchar. Porque en lo más profundo de su ser, sabía que ese era el único modo de llegar a su cachorro.Siguieron descendiendo. La cueva se es
Evelyn retrocedió unos pasos, la expresión de horror en su rostro era tan evidente que por un instante Isolde pensó que podría romperse. La mirada de la mujer era desconcertante, incapaz de procesar lo que sus ojos acababan de ver. ¿Era realmente ella? ¿Era Abigail? ¿Cómo podía ser posible?— No... esto... no puede ser. — murmuró Evelyn, llevándose una mano al pecho, como si le costara respirar, como si un peso invisible la aplastara — Yo te vi morir... yo... te vi caer, yo misma hice que te lanzaran a un acantilado cuando ya no respirabas.Isolde mantuvo la mirada firme, sin mover un músculo. La luz plateada que emanaba de su hijo iluminaba la sala, pero sus ojos estaban clavados en Evelyn, que temblaba, luchando por encontrar sentido en todo aquello. Ella no entendía, pero lo haría pronto.— ¿Te creíste que iba a ser tan fácil? — La voz de Isolde resonó, cortante, llena de furia contenida. Evelyn no iba a ganarse su compasión ni su perdón. — ¿De verdad pensaste que me moriría tan fá
La luz se desvaneció tan rápido como había llegado, como un suspiro brillante que rasgó el velo entre mundos. El silencio que siguió no era natural. Era denso, reverente… como si el tiempo mismo se hubiera detenido a observar.Isolde abrió los ojos con el corazón desbocado, aún embriagada por el eco de la batalla, espera do ser atacada por Evelyn, pero ella no estaba alli. La caverna, con su humedad, su violencia, los recuerdos que tanto le habían dolido y su olor a sangre, ya no existía. No quedaba ni una sombra de piedra ni un solo rastro del combate que se había librado con la otra loba.A su alrededor se extendía un bosque antiguo, majestuoso, cubierto por un manto de niebla suave que brillaba bajo una luz azulada e irreal. Los árboles eran altos como torres y parecían custodios silenciosos de secretos olvidados. Sus copas se perdían en una penumbra estrellada, y sus raíces se enredaban como venas bajo un suelo vivo. Todo el lugar parecía respirar, como si el bosque mismo estuvie
Isolde tardó unos segundos en reaccionar. Su mirada se quedó perdida en el techo, como si buscara una respuesta en las sombras, antes de bajar, lentamente, hasta posarse en el rostro de su hijo. Sus dedos temblorosos acariciaron la mejilla cálida de Rowan, y un nudo espeso se le formó en la garganta. —¿Qué pasó? — susurró con un hilo de voz, como si la pregunta le quemara —. ¿Evelyn? ¿Dónde está?Damián dio un paso hacia la cama, su silueta recortada por la tenue luz que entraba por la ventana. Se sentó junto a ella con cautela, como si no quisiera romper la quietud sagrada de ese instante, y le tomó la mano con suavidad, entrelazando sus dedos con los suyos.— Después de esa explosión de luz… cuando él gritó — señaló con un leve gesto de cabeza a Rowan — Evelyn simplemente… desapareció. No quedó ni una huella. Como si se hubiera deshecho en el aire. Solo quedabais vosotros dos, inconscientes. Dormidos. Pero no como un sueño normal… No respondían, no despertaban. — Hizo una pausa y a
El silencio en la habitación era espeso, casi irreal. La ausencia de los brazos de Damián la dejaba fría, como si el calor de antes hubiera sido solo un espejismo. Se incorporó despacio, aún con el cuerpo entumecido, pero con una inquietud que le tensaba la piel. Había algo raro. Algo que no terminaba de encajar. Y entonces lo sintió. No necesitó darse la vuelta para saberlo. La presencia de Raven flotaba en el aire, densa, envolvente, cargada de extraño frío que pareció recorrerle la espina dorsal en un instante erizándole la nuca. — ¿Es que no vas a dejarme respirar? — dijo Isolde molesta por la interrupción, sin girarse — Acabo de despertar y ni siquiera me dejas disfrutar de este pequeño momento. — ¿Pequeño momento? — repitió Raven en voz baja, como si saboreara las palabras con desdén. Dio un paso más, lo justo para que su sombra la rozara. Su voz cambió, se hizo más áspera que podía sentir la molestia en sus palabras — ¿Con él? Isolde frunció el ceño. No se giró. No querí