102. ¡Basta, papá!
El pasillo de la enfermería tembló bajo el rugido de la transformación de Damián. Sus huesos crujían con un estrépito sordo, la carne se tensó hasta rasgar la tela. Bajo la luz temblorosa de las antorchas, la bestia alzó la cabeza, un lobo colosal con las fauces abiertas, gruñido amenazador, deseoso de desatar su furia.
Damián se irguió en medio de la enfermería gruñe do en advertencia, como si avisara de que estaba apunto de atacar.
Isolde dio un paso atrás y abrazó al pequeño Rowan contra su pecho de forma protectora, recordando el calor de sus propias manos en la mejilla del niño, el murmullo suave con que lo calmaba cada noche. Ahora, bajo aquel estampido de bestia, esa ternura parecía un lujo imposible.
Su cuerpo se tensó de pronto, como si algo tirara de cada músculo hacia fuera. Sintió un estirón en la espalda mientras sus brazos se alargaban y se curvaban, convirtiéndose en poderosas patas de lobo. Un suave crujido recorrió sus hombros cuando un espeso manto de pelaje negro em