103. Esta… inconsciente, pero vivo
La enfermería quedó bañada por un resplandor plateado que no desaparecía, solo parecía crecer e intensificarse, un haz de luna que emergía de las pequeñas manos de Rowan. Isolde contuvo el aliento el cuerpo inerte de Damián, suspendido en aquel abrazo de luz providente únicamente se su pequeño. Poco a poco, la luminosidad lo depositó con delicadeza sobre la camilla, como si la propia Luna lo arropara.
— ¿Qué… qué está pasando? — preguntó Isolde, observando a Rowan mientras se acercaba también a la camilla.
— La Diosa me habla, mamá — respondió con esa expresión madura que se dibujaba en su rostro cuando la magia de la luna fluía a través de él, como si fuera alguien mucho más adulto—. Me dijo que ella cuida de papá, que tardará unos días en despertar, pero que nos lo devolverá sano.
La mano de Isolde se deslizó lentamente por el brazo de su esposo hasta llegar a su muñeca, buscándole el pulso con los dedos. Sonrió aliviada al sentir los latidos suaves pero constantes de su corazón.
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