Gail.
Durante los siguientes días adoptamos una rutina.
Los chicos y yo nos levantábamos al amanecer, entrenábamos un poco y luego nos dividíamos las guardias del día.
Después yo me encargaba del papeleo aburrido por "ser el Alfa". Era algo de lo que realmente no me quejaba mucho porque el padre de Déborah tenía todo en orden y solo tenía que actualizarlo durante un par de horas al día.
Al terminar seguía a los cachorros durante sus lecciones e inventaba nuevas "pruebas" para que cooperaran en la manada. Cómo, por ejemplo, identificar y reunir las hierbas necesarias para que Bart comenzara con su trabajo.
-Ahora no tienes excusas, serás el curandero oficial. - Dije cuando el tipo vino a quejarse de la cantidad de plantas que los cachorros habían dejado en su puerta.
Él gruñó y alzó las manos con exasperación.
-¡Bien! Si esto va a ser así diario, al menos voy a enseñarles cómo sacar correctamente las hierbas de raíz.
-Lo que te haga feliz, Bart. Solo anuncia que eres el curand