Capítulo 68.  Un hombre torpe.
Apenas Piero llegó, una onda de felicidad se propagó por la casa. Su padre, Enzo, cuando lo vio entrar salió corriendo a su encuentro con los brazos abiertos a abrazarlo. Piero corrió también a abrazar a su padre, uniendo sus dos manos a su cuello y dándole beso tras beso, sin dejar de sonreír emocionado.

Enzo tomó a su hijo y lo abrazó con mucho amor. El abrazo se hizo más fuerte, y el chiquillo se sintió seguro en los brazos de su padre, para luego expresar con una sonrisa de oreja a oreja el profundo afecto que sentía por él.

—Hola, papá, estoy feliz de que estés bien, ya no tienes por qué preocuparte, estoy aquí con ustedes y no me iré en mucho tiempo, los extrañé mucho —extendió la vista hacia Nicol y su corazón saltó de gozo en su pecho—. Estoy feliz de estar contigo y sobre todo de que le hayas dicho a mamá la verdad de que sobreviviste al incendio… eso me hace sentir muy aliviado, no me gusta mentirle y tampoco quiero que tú le mientas —pronunció el niño mientras Enzo dibujó
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