Capítulo 92. Un soplo de fe.

Samuel y Elliot se encontraban en la fría celda, un ambiente impregnado de desesperanza, pero al menos tenían la compañía del otro. Elliot, con el rostro surcado por la rabia, miró a su amigo, que tenía el aspecto cansado y golpeado.

—No puedo creer que estés aquí, Samuel —dijo Elliot, apretando los puños. —Esto es una locura. ¡Voy a matar a Castell y a Boris! Se están pasando de la raya con su absurda venganza contra los Lombardos.

Samuel suspiró, sintiendo el peso de la injusticia.

—Lo sé, Elliot. Pero no podemos dejarnos llevar por la ira. Ellos quieren que reaccionemos así.

—¿Y qué hay de Max? —preguntó Elliot, con la voz temblorosa de preocupación. — ¿Qué ha pasado con él?

—También está preso —respondió Samuel, oscureciendo su mirada. —Lo tienen aislado. Cuando termine el juicio, parece que quieren enviarlo a la cárcel común, da igual cómo. Creo que están fabricando pruebas falsas contra él.

Elliot frunció el ceño, la frustración brotando en su pecho.

—Max siempre fue cuidadoso.
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