POV Elara
Ya quería que terminara, ya no quería seguir con ellos. El día se hacía largo, casi que una especie de tortura.
El sol ya estaba alto cuando regresamos del recorrido. Yo me bajé del caballo con las piernas temblorosas, no tanto por el esfuerzo, sino por la humillación silenciosa que había sentido durante toda la mañana.
—Ha sido un paseo encantador —dijo ella, acomodando su vestido, sin que una sola arruga le estropeara la compostura—. Los campos de Dalmora son tan vastos, príncipe. Inspiran calma.
—Me alegra que te sientas así, Lady Amara —respondió Leonard, ofreciéndole un pañuelo para limpiarse una mancha inexistente de polvo en la mejilla.
Yo apreté los labios. ¿De verdad tenía que ser tan atento?
Mientras los caballos eran llevados de vuelta al establo, nos condujeron a un pequeño pabellón en los jardines. Una mesa estaba dispuesta con frutas frescas, panecillos y té para refrescarnos. El olor a flores mezclado con el pan recién horneado era delicioso, pero a mí me sabí